jueves, 10 de febrero de 2011

La paternidad es cosa mía


Una vez pasado el alumbramiento viene la crianza. Demasiado se dice que nadie nos enseña a ser padres y que los niños no vienen con manual. Estas frases buscan subrayar la dificultad de ser padres y la necesidad de prepararse para ello. Pero no hay que preocuparse demasiado de esto pues ya tenemos a nuestro alcance una gran cantidad de recursos que nos ayudarán en esta tarea. Libros, estudios, talleres, cursos, diplomados, nuestros padres, primos, vecinos, pediatras y hasta el desconocido de la parada del bus están ahí, listos para apoyarnos en nuestra empresa.
Por un lado la ciencia y por el otro la experiencia. La estimulación temprana, baby Einstein y otros métodos nos dicen, apoyados en sesudos estudios, como formar adultos brillantes, seguros, independientes y amables. Por el otro lado, la experiencia de que con Manuelito yo le hacía esto y a Miguelito nunca le hice esto otro nos muestra los hermosos ejemplares que han logrado criar. Todos tienen algo qué decir y es claro que no todos están de acuerdo. Así, criar a un bebé se convierte en un feroz campo de batalla de teorías y experiencias encontradas donde hasta el más despierto puede sentirse confundido.
Ante este panorama, y a riesgo de parecer grosero, a todos aquellos que me han recomendado un libro, que me han brindado un consejo, que me han advertido de serias consecuencias y hasta al pediatra que ha opinado sin ser consultado, les digo “gracias… pero la paternidad es cosa mía”. Desisto de la ciencia y la experiencia. Me niego a aceptar el que no posea un conocimiento instintivo que me indique como criar a mi hija.
Al momento del parto hubo algo que me indicó qué hacer, y ese algo no fue ni la ciencia ni la experiencia. Ahora sé que si mi hija llora es porque tiene un malestar y su llanto me mueve, inmediatamente, a buscar identificar ese mal-estar y evitárselo. Podrán decirme que estoy destruyendo sus pulmones al no dejar que se fortalezcan o que la estoy convirtiendo en una mujer caprichosa y manipuladora o que no le estoy enseñando que a este mundo se viene a sufrir, lo cierto es que prefiero pensar que simplemente no sabe hablar y que es muy pequeña para poder solucionar su mal-estar por sí sola. Hace algún tiempo tuve una perrita que era muy obediente e inteligente pero cuando escuchaba llorar a alguno de sus cachorros nada le impedía acudir a su lamento: para esto ni a ella ni mí nos sirve de nada la ciencia y la experiencia.
Si alguien me lee, un saludo y un abrazo, si no, no hace falta decir nada.
Fran